Detrás de nuestro silencio pacato y cómplice se esconde la cobardía o la tibieza o el conformismo y una cómoda laxitud. Esto permite y favorece el crimen. De ahí que se revele imprescindible nuestra memoria para combatir.
Del silencio deliberado para meditar, aislados del ruido, se nos manifiesta el yo profundo. Nacen las invenciones y los diálogos con nubes y subterráneas contingencias.
En la superficie del presente encontramos el desafío de la existencia.
En los descensos hasta el barro primordial llegamos a tocar el fondo del ser.
Entonces elevamos la voz hasta traspasar los límites de la atmósfera terrenal y encontrarnos con nosotros mismos, lejos de la pobre circunstancia, para impulsarnos desde lo hondo y dirigirnos por el camino del conocimiento y el sentir silbando confiados el himno que celebra un humanismo exacto.
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